El matrimonio de Eduardo y Emily en Bogotá, Bogotá DC

La crónica de nuestro matrimonio

Mi boda fue más de lo que soñé.

La semana previa a nuestro compromiso estuve muy tranquila, en realidad, no me preocupaba nada, pero, el día de nuestro sí, sentí que mi corazón se salía. No recuerdo un momento de mi vida en el que hubiese estado así de asustada. Mi estilista llegó muy temprano a casa, todo marchaba de maravilla, hasta que los nervios empezaron a hacer su efecto. El carro antiguo que contratamos para que me llevara a la iglesia, llegó muy puntual, pero yo no estaba lista, y peor aún, mi mamá tampoco. A última hora, se dio cuenta de que había extraviado sus accesorios, y en medio del desorden, el miedo y algo de suspenso, logró encontrarlos y salimos disparadas de casa.

Cuando llegué a la iglesia y vi a mi esposo, me sentí como en un cuento. No podía creer lo que estábamos a punto de hacer. Nos dio ataque de risa y nervios en su máxima expresión (y aquí les dejo el bonus: dos semanas antes de nuestro compromiso, enfermé de apendicitis y me operaron. Me casé con puntos en mi barriguita y caminando a medio paso) pero, todo valió la pena.