El matrimonio de Fede y Joha en La Ceja, Antioquia
Rústicos Verano Azul 2 profesionales
F&J
11 Mar, 2017La crónica de nuestro matrimonio
El día de nuestro matrimonio fue muy especial. Quienes asistieron hablaron de una energía especial en el ambiente. Irradiábamos felicidad y amor.
Los preparativos comenzaron temprano en casa de mis padres, alistar el vestido, esperar la maquilladora, recibir mil llamadas y mensajes, hicieron parte de las actividades de la mañana.
Una vez llegó Laura, la maquilladora, traté de olvidarme de lo demás, en concentrarme en mí y cómo iba a verme, pero estaba preocupadísima por cómo iba a estar organizado el lugar de la recepción, en si la iglesia había quedado como lo soñaba, si llegaban los músicos a tiempo, en que no se quedaran las argollas, en fin, en todo lo que estaba pendiente.
Estuve lista sobre el tiempo, la puesta del vestido fue a las carreras, mis hermanas y mi mamá estaban alrededor mío todas diciendo cosas diferentes que no recuerdo, sólo hubo tiempo para la bendición de mis papás en la que sufrí para no llorar y salir rápido para la iglesia, aunque no se podía correr, aunque fuéramos tarde porque había contratado un carro antiguo que no aceleraba lo suficiente. Sufría por Fede, que me había pedido que no llegara muy tarde porque se iba a desesperar.
Seguir leyendo »Mientras iba por las calles de La Ceja, veía que la gente me miraba montada en el carro que iba adornado con flores, y los nervios que no había sentido antes empezaron a apoderarse de mí. Ya llegando a la Iglesia eran más intensos, quería llorar y no sabía si de la emoción o del susto, porque ahora sí llegaba el momento.
Mi papá me ayudó a bajar del carro y cuando me dio la mano para entrar a la iglesia, tuve que respirar profundo para no dejar salir las lágrimas que ya asomaban en mis ojos. Sonó la marcha nupcial y entré a la iglesia, la vi llena, aunque después me contaron que no habían llegado muchas personas durante la ceremonia. Vi todo hermoso y me encontré con Fede en mitad de camino, mi papá me dijo palabras que no recuerdo, vi a mi suegra que también me habló y no sé qué dijo y Fede me dijo: "estás hermosa", eso sí lo recuerdo.
Todos me dicen que entré con cara de angustia, que no sonreía, que me veía tensionada, pero yo sentía que había sonreído todo el tiempo.
En la misa todo fue hermoso, las canciones que queríamos y una ceremonia celebrada con todo el amor del mundo por un sacerdote amigo, que nos recordó algunos consejos del Papa a las parejas, que los asistentes después seguían recordando en la recepción.
Nos daba mucho susto equivocarnos en los votos, pero salimos bien librados y después de dar el sí, bajó la tensión. Eso hasta que al final de la eucaristía hice la consagración de nuestro matrimonio a la Virgen y lloré, y lloré, mientras leía. Eso sí, más de la mitad de los asistentes también lloraron.
A la salida comenzó lo divertido, nos llovió arroz como no tienen idea. Se me había ocurrido empacar el arroz en bolsitas con corazones, pero Fede me había dicho que era demasiado, yo no hice caso, pero en ese momento le di la razón: llovía arroz y más arroz, tanto que Nico, mi pajecito, se puso la cabeza entre las manos para protegerse.
Después vinieron los abrazos, los mensajes, los picos, las felicitaciones. Un momento muy bonito porque en ese instante agradeces a todos los que te acompañaron para hacer parte de uno de los días más felices de la vida.
Todos salieron para el lugar de recepción, nosotros nos quedamos en sesión de fotos con Mauro, nuestro fotógrafo, y luego salimos en el carro antiguo para la finca donde celebraríamos. El carro tenía una sirena y los pajecitos, mi papá, Fede y yo, reímos todo el camino escuchando cómo sonaba y viendo cómo la gente nos miraba al pasar. La mezcla entre pena y alegría nos hicieron pasar un buen rato a todos.
En la finca todo estaba hermoso, tal cual lo soñé, ya la gente nos esperaba, nos bajamos del carro, levanté mi ramo, escuchamos “Sugar” y entramos bailando a la fiesta. Allí todo fue alegría, hubo baile, palabras de agradecimiento, comida, pasabocas, pero sobre todo mucho amor, especialmente en el momento en que mi papá me cantó "mi niña bonita", en donde volvimos a llorar los sentimentales de la fiesta.
La papayera prendió la fiesta, Fede bailó, aunque es un "costeño chiveado" como yo le digo por no saber bailar, pero se movió toda la tarde y la noche cual bailarín profesional. Estábamos alegres, acompañados por quienes queríamos, faltaron muchas personas y eso nos puso tristes, aunque no por mucho tiempo.
Cuando terminó la fiesta estábamos cansadísimos, pero también felices porque habíamos tenido el mejor de los días y esperábamos simplemente que este día se prolongara para toda la vida.
Han pasado ya tres meses y el entusiasmo continúa. La adaptación a otro toma tiempo y paciencia, pero con amor todo se puede.
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