El matrimonio de Jorge y Adriana en Bogotá, Bogotá DC
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J&A
12 Sep, 2020La crónica de nuestro matrimonio
Una boda es un momento realmente mágico, lleno de emoción y compromiso. Con anticipación preparamos cada detalle y esperamos que todo salga como lo soñamos. En mi caso hubo dos imprevistos; uno dos días antes de la boda por cambio de maquilladora y otro el día de la boda, que afortunadamente logramos solucionar. No obstante, debo admitir que todo mi matrimonio fue más lindo que un sueño y que en mi memoria quedaron grabados para siempre cada detalle, cada palabra, cada lágrima, cada beso y cada sonrisa. Cada vez que tengamos dificultades miraremos atrás de vuelta a este día y recordaremos todo el amor que nos une y que estuvo presente para nosotros.
Preparar una boda en tiempos de Covid-19 implicó cambio de planes y el apoyo absoluto de las TICS para coordinar los detalles, así como la espera de que todo estuviera a favor para que nuestras invitadas principales pudieran acompañarnos. Fue algo distinto que siempre recordaremos con mucho amor.
El día empezó muy soleado, mucho para mi gusto, pues siempre he disfrutado de los días grises y lluviosos. Como la noche anterior nos hospedamos en el Hotel Tequendama, donde celebraríamos el matrimonio, dormimos tranquilamente y sin ninguna prisa, despertamos tarde para tomar el desayuno e ir a recoger la torta como estaba coordinado con el proveedor un mes atrás.
Seguir leyendo »A las 9:00 am cuando llegamos a la pastelería, empezó nuestro calvario, pues la torta que nos entregaron no se parecía absolutamente en nada a lo que habíamos acordado en cuanto a su presentación, pues sí bien era el diseño acordado, la torta que nos entregaron parecía una copia "fea" y mal hecha de la foto, tal cual para un meme de expectativa/realidad.
Con un margen reducido de tiempo, porque la maquilladora llegaba al hotel a las 11:00am y a las 11:30am el fotógrafo, empezamos a rodar desesperados por todo Bogotá en busca de una torta de reemplazo. Entre tanto también revisábamos opciones por internet en el celular y hacíamos llamadas con la esperanza de solucionar la situación, pero no veíamos la luz al final del túnel y el tiempo corría.
Finalmente y casi a las 10:45 am, después de múltiples llamadas y visitas a pastelerías, una sucursal de Myriam Camhi nos ofreció una torta Philadelphia, de decoración sencilla pero linda que además enviaba directamente al hotel, entonces acordamos el pago de contra entrega y corrimos de vuelta al Tequendama para llegar a la par con la maquilladora.
A partir de ese momento todo fluyó, el hotel se encargó de la organización del lobby (el lugar escogido por nosotros para la ceremonia por su belleza artística) y yo me dejé llevar por el momento.
A medida que corría el reloj las emociones y las ansias nos embargaban profundamente (mi esposo me dice que se moría de ganas de verme, porque cada uno se alistó en una habitación diferente). A mí me ilusionaba que llegara la hora de lucir mi lindo vestido, que si bien no era como el de las novias convencionales, fue hecho totalmente a mi gusto y acorde con mi personalidad y estilo.
A las 12:00 hicimos una pausa, comimos pizza para almorzar y continuamos con mi maquillaje. Entre tanto llegó mi mamá, parecía un ángel y realmente me alegró demasiado tenerla a mi lado, ya que por la pandemia pensamos que no podría llegar desde Bucaramanga, pero todas las cosas se dieron a nuestro favor y los vuelos nacionales se reactivaron durante la primera semana de septiembre.
Mi mamita me ayudó a vestir, a poner mi zapatos, los aretes en tono azul que me regaló y un dije que me prestó mi tía. Me llenó de gran felicidad su bendición y nunca olvidaré que oró por mí y por mi matrimonio. Cerca de las 2:45 pm ella se retiró hacía el lobby y mi pequeño Martín Santiago llegó por mí para entregarme en el altar. Estaba vestido como un caballero con su traje a cuadros y su corbatín azul.
Quince minutos volaron y llegó la hora del gran momento: las 3:00 pm, así que Martín Santiago y yo nos tomamos de la mano y caminamos por el pasillo de las habitaciones hasta el ascensor en medio de las miradas de los empleados del Hotel que me observaban entusiasmados y me deseaban éxito o me decían que estaba linda. Finalmente, después de 16 pisos, se abrió la puerta del ascensor y llegamos al Lobby, en ese momento sonaba nuestra canción (la de Jorge y mía) " Por el resto de mi vida" (frase que por cierto está escrita en el interior de nuestras argollas) de Andrés Cepeda, esperé la señal del oficiante y Martín y yo nos encaminamos al altar para encontrarnos con Jorge que me esperaba con nuestras invitadas principales y con todos nuestros amigos y familiares que se conectaron por Zoom luciendo sus mejores galas y guardando su bebida favorita para el brindis.
Fueron 100 conexiones y 280 personas todos en simultánea desde distintas partes del país y del mundo (Cajicá, Chocontá, Veléz, Cartagena, Sogamoso, Bucaramanga, Valledupar, Tampa-Florida, México, Francia, Bruselas, Australia y Bostón) todos acompañándonos en nuestro GD y listos para brindar.
Mi esposo estaba muy simpático, se veía guapo y se sorprendió muchísimo al verme. Me recibió, nos tomamos de la mano e inició la ceremonia que estuvo conmovedora. Los oficiantes Marcela y Hover, lograron reunir toda nuestra historia en bellas palabras, momentos y frases. Con el ritual del hilo rojo recordamos todo lo que vivimos hasta llegar al día de nuestra boda: ese hilo de momentos y anécdotas que hacen parte de nosotros y que efectivamente hicieron que el hilo que nos une se estirara, se enredara, se enrollara y sin embargo nunca se rompió. Definitivamente hemos estado destinados el uno para el otro.
Luego leímos nuestros votos, los cuales cada uno escribió (debo confesar que no pude evitar las lágrimas cuando escuché que a mi esposo se le quebró la voz leyendo sus votos y también lloré cuando leí los míos). Nuestros votos se guardaron en el cofre del tiempo para volver a rememorarlos cada vez que así lo deseemos. Ahora el cofre reposa en nuestra sala y siempre que necesitemos volver a nuestros votos, abriremos el cofre y lo haremos, ya que son nuestras promesas de gran valor para darle dirección a nuestros sueños.
Después de los votos, se llevó a cabo la bendición e intercambio de las argollas, posteriormente, símbolo y recuerdo de nuestro compromiso, pintamos un lienzo que representa nuestro pacto de hacer, de una vida juntos, una verdadera obra de arte y por fin, sellamos nuestro compromiso con un beso y la firma del acta matrimonial (en este momento sonaba la canción "Un Pacto con Dios").
Cuando finalizó la ceremonia, vinieron los aplausos y celebramos con un brindis. Además tuvimos suficiente tiempo para saludar a nuestros amigos y familiares que estaban del otro lado de la pantalla del PC, pues pagamos un paquete de Zoom.
El resto de la tarde aprovechamos la locación para hacer las fotos y al final del día compartimos con nuestras invitadas principales (mi mamá, mi suegra, la abuelita de mi esposo y nuestro hijo) una cena al mejor estilo español: castas, paella, crema catalana y un buen vino. Terminó la cena y las invitadas y nuestro pequeño se fueron a casa y nosotros disfrutamos nuestra noche de bodas en el Hotel Tequendama.
Fue una linda noche y un gran despertar juntos apreciando la vista panorámica de la ciudad que nos ofreció la habitación.
Debo agradecer enormemente al Hotel Tequendama por sus atenciones, por toda la organización y la comida cuidadosa y deliciosamente preparada, pues superó nuestras expectativas. A los oficiantes de bodas Marcela y Hover que hicieron una ceremonia super emotiva, llena de sentimiento que jamás, jamás olvidaremos. A Andrés Musical que interpretó maravillosamente nuestras canciones, nos llegaron al corazón; a Casa Magaly por mi vestido de novia, hicieron realidad un sueño para mí; a Margarita Torres porque los zapatos quedaron mucho más lindos de lo esperado; a Myriam Camhi por sacarnos de apuros con la torta, estuvo genial, sorprendentemente combinaba con los colores de la boda y a todos les encantó su calidad gourmet. También a Oscar Melo por las argollas que son el símbolo eterno de nuestra unión; a la Uribe Make Up porque dijo sí a mi maquillaje y me dejó como una diva de los años 50s; y a Juan Carlos Echavarría (La Central Fotográfica) por su trabajo artístico y bien logrado, si no juzguen ustedes (las fotos feitas jajaja son las de nuestros celulares, las bellas son las de Juan). Gracias a todos, sin ustedes mi boda romántica, íntima y pequeña en tiempos del Covid-19 no hubiese sido igual.
Servicios y Profesionales del Matrimonio de Jorge y Adriana




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