El matrimonio de Jorge y Yulieth en Bogotá, Bogotá DC

La crónica de nuestro matrimonio

Decir que el día de mí matrimonio fue el día más feliz de nuestras vidas es un cliché y es erróneo, el día que nos casamos pues escribimos estas líneas entre los dos Yulieth alias Yuyu y Jorge alias el oso mugroso, fueron las 24 horas más increíbles en estos 4 años que llevamos juntos. La noche antes no podíamos casi ni dormir, Jorge supuestamente iba a irse a la casa de un primo para pernoctar allá por la cercanía a la iglesia pero a último momento decidió que él no quería estar lejos de mi pues lleva mucho tiempo durmiendo a mi lado y dijo que no podría dormir lejos de mí.

La decisión terminó siendo acertada ya qué, siempre pasan cosas así, necesitábamos quien llevara a mi mamá, mi hermanita y a mí a la peluquería a tiempo y dado que Jorge se alistaba cerca nos llevó a toda velocidad por la circunvalar de Bogotá en el carro de mis sueños, un Volkswagen escarabajo negro clásico, al cual minutos antes habíamos lavado y decorado entre todos con mucho cariño. El pequeño carro creo que también estaba entusiasmado pues algo pasó y pitaba solito sin que Jorge lo accionara, lo que provocaba que en nuestro trayecto varios carros confundieran el motivo y terminaban pitando a su vez y lanzando besos y piropos a la novia. En la peluquería nos trataron espectacular, mi madre se veía regia y la "pequeña" dama de honor, mi hermana, estaba divina. Yo quería un maquillaje que no fuera pesado y muy natural y puedo decir que la estilista lo logró a cabalidad cuando Jorge me vio se quedó sin palabras. La ceremonia la oficiamos en una iglesia muy bonita al norte de Bogotá, la verdad es que de tantos nervios que teníamos casi ni nos dimos cuenta de cuando pasó todo, incluso sucedió algo muy gracioso y es que Jorge en medio de su nerviosismo terminó respondiéndole "Sí" al padre cuando me tocaba responder a mi ante lo cual sus familiares muy jocosamente le gritaron por lo bajo "¡Que no es contigo!". Cuando llegamos a la recepción nos quedamos de una pieza, el lugar estaba como ambos lo habíamos soñado, lleno de detallitos vintage y buen gusto, no hubo nadie que no mencionara lo hermoso del lugar, reímos, bailamos, hablamos y rumbeamos con muchísimo entusiasmo. Al ver a todos los invitados tan contentos y a nuestros familiares incluso más, dijimos que tantos esfuerzos valieron la pena. Damos gracias a Dios y a la vida por haber tenido un día tan especial. Una última anécdota y consejo para todas. Cuando todo había terminado y estábamos camino al hotel en que pasaríamos la noche de bodas, me di cuenta que había dejado la cartera en el carro de mis padres en donde estaban mis documentos de identidad y la carta de reservación del hotel y es que sin ellos no podíamos entrar a la habitación que mi papá había reservado.