El matrimonio de Luis y Juliana en Medellín, Antioquia

Logré estresarme un poco porque llamaba mi esposo y no contestaba. Pero sabía que estaba en la iglesia esperando a poder decorar con las rosas que habíamos arreglado. Faltando 20 minutos para las 6 fue que pude hablar con él, que apenas estaba organizando. Y me dio mucha rabia y nervios a la vez porque sentía que me iba a dejar plantada. No sé por qué ya yo tenía que salir porque sino, el trancón que se forma no me hubiera dado tiempo de llegar a la iglesia.

La sentencia que nos habían hecho era que la misa se celebraba con novios o sin novios. Así es que respiré profundo. Le di gracias a Dios por el paso que iba a dar y entregué en sus manos todo lo que fuese a acontecer ese 30 de julio del 2022. Bajé todas las personas maravilladas por lo hermosa que me veía. Me subí en ese carro y, bueno, rumbo a la iglesia, se me salieron muchas lágrimas pensando en esos seres que ya no están en la tierra, pero que sé que les hubiera alegrado mucho. Les hubiera dado mucho gozo verme en ese momento tan bonito que estaba viviendo.

Cuando llegué a la iglesia, el ver a toda la familia que pudo asistir y ya estar en las puertas del altar fue muy emocionante. Pude agradecerle a Dios por tener la dicha de tener a mi papá, mi mamá y a mis hermanos conmigo, y a mi hijo, y de recibir en el Sagrado Sacramento a un hombre maravilloso, quien hoy en día es mi esposo. Es una experiencia hermosa, única. Si pudiera repetirla, la volvería a repetir. Aunque la ceremonia y el festejo son solo una vez, yo creería que cada mes, en cada año, estaría celebrando el matrimonio, que es para toda la vida