El matrimonio de Luis y Lucía en Cali, Valle del Cauca

Para la vestimenta elegimos una paleta de colores del morado para las damas de honor, para que se viera diverso, colorido y vibrante. Por mi parte, tuve dos cambios de vestido, uno para la ceremonia, largo de cola de sirena divino, y otro para la fiesta corto y festivo.

Se recibieron los invitados que poco a poco fueron llegando desde las 4:30 p.m. con una cerveza y rincón valluno. La luz del atardecer fue el escenario perfecto para dar vida a la ceremonia, se inició la marcha nupcial con el novio y mi cuñada; posteriormente ingresaron los padrinos, que son el mejor amigo del novio y mi madre; seguido pasaron las diez hermosas damas de honor y amigas, quienes entregaron burbujeros a los invitados para utilizar cuando dieran la señal; luego caminaron los pajecitos, los cuales uno llevaba las argollas y el otro un letrero que decía “Ahí viene la mujer que pediste a Dios”, para finalmente ingresar la novia del brazo de su padre.

Ambos dijimos “sí, acepto” delante de mi tío, el sacerdote, quien ofició nuestra boda y cumplió nuestro sueño. finalmente, casados, cortamos el listón que decía “aquí comienza nuestra historia”, y entonces fue cuando los invitados soplaron las burbujas y caminamos en medio de burbujas felizmente casados.

Luego de las felicitaciones por parte de los invitados y las fotos, en medio de salsa caleña, se abrió paso a la fiesta, compartiendo la alegría. Se disfrutó de la cena con la melodía del saxofón en vivo, posteriormente se lanzó el ramo con los solteros y/o en unión libre. Para sorpresa, se lo ganó mi primo, quien tiene una hermosa relación con su novia y esperamos que sean los futuros esposos. Luego de ello se rifó la liga y varios licores, desde champaña, ron, y winsky. Se siguió rumbeando, y se pidió a los invitados que salieran a disfrutar de los fuegos artificiales, postal que quedara para siempre en el recuerdo, la noche culminó. Y los invitados se fueron poco a poco, algunos con su trago guardado, otros medio ¨prendidos¨ o embriagados, unas con el centro de mesa en mano, otros descalzos de haber bailado hasta el cansancio. Eso sí, todos con sus recuerdos: llaveros, burbujeros, collares personalizados para las damas de honor, y alcancías personalizadas para los niños. Debo admitir que Luis y yo estábamos felices, no solo porque nos habíamos casado, si no también de que se cerró con broche de oro la velada, con el goce de cada uno y que valió la pena cada esfuerzo.

Luego de agradecer a nuestros maravillosos invitados por haber presenciado el mejor día de nuestras vidas, partimos a pasar nuestra luna de miel para las paradisiacas playas de Rincón del Mar, Isla Palma y Cartagena, escribiendo nuestra historia juntos ahora como esposos consagrados en Dios.

Esperamos haberlos deleitado con nuestra hermosa crónica de amor.