El matrimonio de Maira y Gustavo en Bogotá, Bogotá DC
De noche Invierno Rojo 7 profesionales
M&G
09 Sep, 2017La crónica de nuestro matrimonio
Fueron 4 meses de preparativos, después de estar seguros que éramos el uno para el otro, ¿para qué esperar tanto? Creímos que todos estaba listos y nos sorprendíamos cada vez que nos preguntaban "¿qué les hace falta?" y decíamos, con todo orgullo, que todo estaba preparado. Pero la última semana fue una locura; siempre hacen falta pequeños detalles que creías que estaban bajo control.
Finalmente llegó el día, parecía que hubiera sido el día anterior que estaba en globo diciendo sí a la propuesta más esperada e inesperada de todas. Sin embargo, en la mañana no había nervios, todo fluía sin estrés, sobre todo porque estaba haciendo buen clima, cosa que había faltado en los días anteriores. Pero cuando ya estaba peinada, maquillada y llegó la hora del vestido (el vestido perfecto), fue cuando pensé que el momento era real. Que ese día que habíamos preparado con tanta dedicación y que veíamos tan lejano, estaba ahí, estaba sucediendo.
Llegaron las fotos con mi papá, mi hermanita y mi sobrinita, que me acompañaban durante mi sesión de maquillaje que ya se iban, eso solo indicaba que ya se acercaba más el momento. Mi mamá, sus palabras conmovedoras y otras foticos antes de que me avisaran que ya estaban esperándome en un carro antiguo.
Seguir leyendo »Con paso firme y con respiración tranquila llegué en compañía de la fotógrafa (Ruby Santa) y mi mamá hasta donde estaba esperándome un hermoso auto, digno de la ocasión. Nos subimos y al cerrar la puerta comenzó a llover en Bogotá. El cielo, de repente, se tornó gris y no se veía una luz que diera esperanza de que cesara pronto la lluvia. Esto sumo estrés a los nervios naturales de la ocasión.
Siempre he sido una persona muy puntual, y esta no fue la excepción: llegué con 20 minutos de anticipación a la hora de inicio de la ceremonia, como se había acordado con el organizador. Continuaba lloviendo, aunque de manera intermitente. Tuve que esperar dentro del carro a unos kilómetros de la entrada de la hacienda mientras mi novio decidía qué hacer con todo lo que se había preparado para nuestra ceremonia al aire libre. Mi estrés aumentaba con cada gota que caía y lloré, por rabia, por frustración de no poder hacer lo que habíamos planeado tanto, también por tristeza de ver perdidas tantas cosas hechas. Mis nervios aumentaban con cada conversación con mi papá, que me contaba que no había llegado el grupo contratado para cantar durante la ceremonia y tampoco el cura.
Finalmente, casi 30 minutos tarde, y no por culpa mía, me indicaron que podía hacer mi entrada. Se decidió hacer la ceremonia en el salón donde se había organizado la recepción, no era lo soñado, pero estaba todo hermoso. Las gotas de lluvia dieron algo de tregua así que pudimos quitar el techo del carro y entrar casi de manera triunfal a la hacienda. Y ahí estaba, a punto de entrar y ver al amor de mi vida esperándome, expectante, nervioso seguramente, pero feliz. Casi no podía caminar porque me temblaban las piernas, hice todo mi esfuerzo para que la gente no lo notara, y no hubo momento más feliz que en el que lo vi, al final del pasillo, con su vestido a la medida y mi ramo en las manos, mirándome, como atrayéndome a él con la mirada.
Por fin llegué hasta él, no era un tramo muy largo, pero pareció interminable. Luego de intentar por varios minutos, que parecieron horas, colocarle su ramillete, logramos iniciar la ceremonia. Fue hermosa, el padre dijo unas palabras que llegaron a todos, fue ameno, divertido y romántico. La lectura de los votos fue el momento más emocionante, segunda vez en el día que lloraba, pero esta vez de emoción, porque me sentía llena de amor con cada palabra que él decía y luego veía la felicidad en los ojos con cada letra que yo leía.
Por fin llegó el momento de nuestro beso como marido y mujer y nuestra salida hacia nuestra nueva vida, una vida que iniciaba bendecida por la lluvia.
Solo se tomaron unas pocas fotos por el clima, hicimos los brindis protocolarios y vino la cena. Una comida encantadora, llena de sabores, de colores, exquisito y con la mejor mesa de postres que haya podido haber.
El momento de compartir fotografía con los invitados fue divertido, había dejado de llover y casi logramos que todos tuvieran una foto. Después de este momento especial, hicimos, en compañía de todos nuestro amigos y familia, una liberación de globos con los mejores deseos. ¡Divino!
Al momento del baile, bailamos hasta que nos obligaron a irnos. Disfruté de cada momento de mi matrimonio, lo único que cambiaría sería la lluvia, aunque ¡todo pasa por una razón! Amé cada segundo. No había mejor dia, mejor hora, mejor momento para celebrar algo tan importante. Es el Top 1 de los días más felices de mi vida, que son un montón al lado de mi esposo y seguro seguirán sumando.
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