El matrimonio de Miguel y Carolina en Bogotá, Bogotá DC
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M&C
11 Mar, 2017La crónica de nuestro matrimonio
Hoy miro a mi esposo y me es difícil creer que estemos aquí. Siento que el tiempo ha pasado demasiado rápido. Tres años y 5 meses de novios. Veinte días amaneciendo a su lado. ¿A qué horas pasó todo esto? Gracias a Dios hemos vivido plenamente nuestro amor, hemos disfrutado cada momento, llenándolo de detalles y cultivándolo como el más bello jardín de rosas… solo creo que incluso siendo conscientes de lo que hemos vivido, no nos dimos cuenta a qué horas pasó todo esto.
También pareciera que el día de nuestra boda se hubiera ido en un abrir y cerrar de ojos. Él pidió mi mano el 11 de noviembre de 2016. Tuvimos la intención de correr un montón y casarnos de pronto en enero o febrero. Queríamos aprovechar la estadía del Padre Emilio Toro en Colombia para que nos casara. Él y mi esposo tienen un vínculo muy especial, como padre e hijo pues lo conoce desde muy niño. Sin embargo lleva ya varios años radicado fuera del país.
Mi mamá y varios familiares nos dijeron que estábamos locos por querernos casar tan pronto (enero o febrero era muy encima) y, tras asistir al matrimonio de un primo y darnos cuenta de todo lo que implicaba tuvimos que reconocer que era imposible correr tanto con los preparativos en tan poco tiempo.
Seguir leyendo »Escogimos casarnos en la capilla del Gimnasio Moderno. Nos gustó mucho por los vitrales que tiene, es un sitio muy hermoso. Fuimos, hablamos con la persona encargada y finalmente decidimos separar la fecha del 11 de marzo. Nos casamos a las 11 de la mañana.
La verdad yo casi no tuve nervios. Creo que sólo los sentí un poquito cuando en nuestro conteo regresivo (el cual empezamos a hacer cuando faltaban 90 días para el día de nuestra boda) me di cuenta que ya solo faltaba un mes. Por lo demás para mí fue todo felicidad y emoción. Mi único temor era, precisamente, que esa emoción no me dejara dormir la noche anterior, por eso quise que tuviéramos una sesión de spa que nos dejara listos para dormir el día antes.
Y sí, tal y como lo temí, hice mi mejor esfuerzo por descansar pero no dormí profundamente. Con todo mi ser, al menos mi mente, me concentré en dormir… pero el corazón andaba en otro cuento.
A las 5 de la mañana sonó la alarma del celular. De una me paré a apagarlo y en el afán recuerdo que me golpeé el dedo chiquito del pie con la pata de la cama y tumbé mi soporte donde cuelgo todos mis aretes y se le partió un pedazo por lo que es de pasta. Pero bueno, no importaba, lo recogí, me saludé con mi mamá y empezamos a hacer toda la jornada de belleza para mi arreglo. Ella ha estado estudiando cosas de estética entonces me ayudó mucho en este proceso.
Es chévere hacer la “tarea” de escribir esto porque te concentras y recuerdas con más precisión cómo fue todo. El tiempo estaba perfectamente medido pero eso no quita el que estuviéramos un poquito a las carreras, con algo de azare y poca capacidad de contemplación o conciencia. Sólo ahora que escribo esto la película es más clara y nítida.
Contratamos a dos personas de nuestra peluquería de confianza para el arreglo. Ellos llegaron a las 7 de la mañana y nos arreglaron a mi mamá, a mi abuelita y a mí. En medio del arreglo hicimos la correspondiente pausa para desayunar. Había un detalle del que yo estaba muy pendiente y casi me paro de la silla cuando por fin se anunciaron en el citófono: llegaron los del baño de Tobby, mi perrito, un westie de 4 años quien tuvo un papel protagónico dentro de nuestra boda, recibió ese día un baño a domicilio. Era uno de esos camiones que tienen todo adentro, se parquean afuera de la portería y bañan al perrito dentro del camión. Si por mí fuera me hubiera bajado a entregarlo pero no podía hacerlo porque me estaban arreglando.
Cuando ya estaban por terminar con mi peinado y maquillaje llegaron las personas del video y la fotografía. Empezaron a hacer tomas en la sala con mi vestido, con mis zapatos, con las argollas, con el traje de Tobby… fue muy lindo, eso parecía un foto estudio. Finalmente me coloqué el vestido y luego pasé a vestir a Tobby, quería que eso hiciera parte del video entonces me grabaron mientras lo vestía. Luego hicimos las tomas de mis papás dándome la bendición y bajamos al parqueadero donde estaba el carro esperándonos. Adelante iba el señor que manejaba y mi papá, y atrás íbamos los pajecitos y yo. Tobby iba con mi mamá en el carro de ella.
Llegamos al Gimnasio Moderno y, como íbamos en un carro clásico, la idea era descapotarlo antes de hacer el ingreso al colegio. Pero la verdad es que se nos olvidó por completo y cuando me fui a bajar del carro me iba medio enredando el cabello con la capota del carro pero bueno, llegamos, nos bajamos e hice el ingreso del brazo de mi papá y con los pajecitos delante de nosotros. Mi esposo estaba esperándome con su madre a la mitad del camino hacia el altar. Algunos invitados ya estaban ubicados en las bancas de la capilla mientras otros estaban afuera esperando mi llegada.
E inició la ceremonia. El padre Emilio se había devuelto para Puerto Rico a inicios de enero pero regresó nuevamente a Colombia con el propósito de casarnos a mi esposo y a mí. Ese era nuestro deseo y también el suyo y gracias a Dios se cumplió. No hay eucaristía en la que uno tenga mayor grado de concentración que aquella celebrada el día en que te casas. Tratas de estar totalmente presente, de no elevarte, de vivir el sacramento, de poner atención al padre, de estar ahí con todos tus sentidos y aun así, a pesar del grado de concentración, los nervios te traicionan y se manifiestan en tu mano sudorosa unida a la también sudorosa mano de tu esposo.
El carro clásico fue una sorpresa para mi esposo. Era algo que habíamos hablado, él me había dicho que le gustaría contar con un carro así para nuestra boda pero desistimos de la idea por costos. Sin embargo un día mi papá me tocó el tema, me dijo que averiguara y decidió consentirnos con este maravilloso detalle. Cuando nos encontramos en el altar mi esposo me dijo “tú sí no dejas de sorprenderme” y yo solo le respondí “yo no sé, fue mi papá”.
Salimos de la capilla, recibimos los abrazos y felicitaciones de nuestros invitados y mientras ellos se dirigían hacia el lugar de la recepción (Museo del Chicó), nosotros nos quedamos un ratico en el Gimnasio tomándonos fotos con el carro y, por supuesto, con Tobby. Mi perrito hermoso no tenía permitido estar en la ceremonia por respeto a la misma pero sí estuvo en primera fila a la hora de las fotos fuera de la capilla y en la recepción. Hasta cierto punto se robó el show y la verdad me encanta. Tengo gran parte de mi ego canalizada en él. Es muy bonito ver también lo mucho que se quieren él y mi esposo. En algún punto de esta historia Tobbycito se convertirá en hermano mayor.
Si bien el Gimnasio Moderno y el Museo del Chicó son relativamente cerca, creo que a varios nos pasó que nos embolatamos a la hora de llegar básicamente por no tener clara cómo era la ruta. Nosotros nos pasamos y nos tocó coger toda la 15 y subir por la 100 hasta la séptima. Y luego supe que mi mamá también se había pasado. De todas maneras el recorrido fue muy chévere con algunos carros pitándonos y otros gritándonos felicitaciones. Recuerdo especialmente a una chica como de 12 años que iba de copiloto en una camioneta y nos gritó “¡suerte!”. Ahora sí íbamos con el carro descapotado y tomando champaña, la cual venía incluida con el carro. En una de esas, mi esposo llevaba la botella y el corcho salió a volar y quedó por ahí en algún lugar del camino…
Hicimos el ingreso al salón con la canción Just the way you are de Bruno Mars. Todos nuestros invitados nos recibieron con un gran aplauso. Luego fueron las palabras de mi papá, de mi mamá, de mi suegra, de nosotros y de los padrinos. Luego el vals. Y ahí los invitados pasaron a las mesas y les iban sirviendo el almuerzo mientras nosotros aprovechábamos las locaciones exteriores para irnos tomando fotos con los invitados. Almorzamos de últimas y un poquito de afán, casi al mismo tiempo que iban a empezar a partir el ponqué.
Algunos detalles personalizados de nuestra boda: nuestras copas al momento de hacer el brindis y los muñequitos del ponqué. En ambos estaban presentes nuestras bicis, nosotros y por supuesto Tobby. Cositas como estas la verdad me llenan de emoción.
Luego pasamos al salón del baile. Hicimos la rifa del ramo y la liga, bailamos un poquito y proyectamos un video que le había hecho una vez al que todavía era mi novio: una sucesión de fotos de nuestro noviazgo acompañada por la canción All of me de John Legend con subtítulos en español. Fue un momento muy emotivo y, aunque mi esposo ya lo había visto, no sabía que lo iban a proyectar y se conmovió.
La recepción fue muy bonita y en general fue un día muy hermoso. Gracias a todos los proveedores que nos colaboraron para hacer de este día un momento muy especial. Gracias a Magnoeventos, por encargarse de todo el tema de la recepción, de las fotos y del video (lo estamos esperando ansiosos). Gracias a Eva White, la casa de novias donde alquilé mi vestido, especialmente por recibir siempre con los brazos abiertos y mucho amor a Tobbycito, que me acompañó en cada prueba del vestido. Gracias a Un poco de ti, figuras para ponqué, por hacer realidad mi sueño de los muñequitos personalizados. Gracias a Adelfa Store por nuestras copas personalizadas y por último, pero no menos importante, gracias a nuestros invitados, familiares y amigos, por acompañarnos a celebrar el día más importante de nuestra vida. Fuimos, somos y seguiremos siendo muy felices.
Gracias, Señor, por permitirnos unir nuestras vidas en sagrado matrimonio ante Ti. Gracias por la existencia de Tobbycito como elemento esencial dentro de nuestra historia de amor.
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